jueves, 21 de enero de 2016

Sin sentido

Debería estar estudiando, lo sé.
Pero ya no podía más.
Llega un punto en tu vida en el que debes plantearte si seguir o abandonar la carrera. 
Supongo que a todos nos ha pasado eso de sentir que nada tiene razón de ser...que nos hemos preguntado si vale la pena continuar corriendo. Porque son tantas cosas que nos impiden avanzar que uno se plantea realmente por qué lo hace.
Ahora estoy aquí, en la facultad de derecho, sin saber cuál va a ser la razón que me empuje a seguir. Busco a una persona en particular pero no aparece y no va a aparecer y aunque apareciera, debo seguir por mi misma. Me lo debo. 
No sé si esto tiene algún sentido. Me dijeron que luchara por aquello que quería. Pero nadie me advirtió de que si lo que quieres, no te está buscado a ti, de nada sirve intentarlo. 
A veces confiar a ciegas en el destino, en Dios, como quieras llamarlo, cuesta mucho.
Se que debo seguir la carrera, no por nadie en concreto sino por mi. Debo seguir, aunque ahora cueste. 
Dicen que las cosas que se logran con esfuerzo y sacrificio valen la pena.
O quizás sólo lo dicen para subirte la moral o quizás tienen razón. Ya no lo sé.
Creo que desvarío. No sé cuál era el sentido de esto, pero ya he logrado quitarme las ganas o de llorar o todo lo contrario.











Me gustaría tanto preguntarte cómo estás, como te van los exámenes...pero no puedo. Necesito saber si realmente me quieres, y aunque me esté costando la vida, no voy a hacerlo. Pero te echo tanto de menos...
Ojalá algún día pueda olvidarme de ti o algún día volvamos a ser felices juntos.
Lo veo tan lejano todo...
Bueno, lo dejo ya
Adiós. 

sábado, 16 de enero de 2016

Lagrimitas de cristal un, dos

Sabiendo que nadie, o prácticamente nadie va a leer esto, hoy quiero decir sólo una cosa.
Loli se preocupa mucho por no saber qué decir cuando me ve mal o cuando la abrazo buscando consuelo...pero lo que ella no sabe todavía es que la mayoría de las veces sobran las palabras.
Que solo con su abrazo es suficiente, que sólo con estar ahí vale.
Que a veces buscamos las palabras perfectas cuando lo que hace falta es solo dejar el hombro para que el otro se recueste en el y llore.
Y sólo eso.
Llorar.
Porque llorando, se desahoga el alma.