miércoles, 17 de agosto de 2016

Y con esto y un bizcocho...

Creo que va siendo hora de dejar este blog atrás.
Quiero empezar un pequeño proyecto y tratar temas de más interés que las historias de princesas con finales infelices.
Y es de eso precisamente de lo que quiero hablar en esta última entrada de mi muy querido primer blog.

De los finales felices, o comienzos más bien.



Algunas personas, desde mi punto de vista, equivocadas, creen que el amor es algo que te hace parecer débil.
Débil por el simple hecho de estar expuesto a tus sentimientos. A los tuyos y a los de otra persona.

Voy a referirme al amor de pareja, no al amor que se  le tiene a la familia o a un amigo. Para entendernos, quiero escribir sobre el amor romántico, que para los que no me conocen ya, no me gusta nada (nótese la ironía).

Creo firmemente en el amor (que no el "Amor", que también, pero eso será digno de una entrada propia algún día). Creo que el amor existe, porque lo he podido experimentar en primera persona y es algo maravilloso.

Creo que el amor existe porque tiene que haber algo bueno en este mundo que haga que no todo sea tan malo. Y eso es sin duda el amor.
Puede ser el amor de un hijo a su padre, de una maestra a su alumno más retraído o puede ser sin duda el amor de dos personas que se quieren con locura. El amor mueve montañas y hace milagros, y de eso estoy bien segura.

Por eso me da lástima la gente que no cree en el amor o piensa que el amor, tarde o temprano, acaba.

Quiero decirle a todas esas personas, aunque ninguna vaya a leer esto, que EL AMOR ES REAL.
Que uno puede sentirse pequeño y enorme a la vez. Débil y fuerte al mismo tiempo, pletórico de felicidad y triste en minutos consecutivos. Porque eso es el amor. Experimentar cientos de emociones al mismo tiempo. Y es normal estar confuso a veces, incluso asustarse cuando uno se da cuenta de que necesita de otra persona para ser feliz. (Que sí, que es cierto, nadie necesita de nadie para ser feliz, pero cuando uno está enamorado hace mucho ver que esa otra persona es feliz. Y cuando la ves feliz te sientes la persona más afortunada del mundo y rezas para que siempre sea feliz)

El amor es real porque cuando conoces a la persona que Dios o el destino ha puesto en tu camino, no paras hasta conseguirla, haces todo lo posible por estar con esa persona y te das cuenta, de que estás dispuesto a cambiar muchas cosas en tu vida, de renunciar incluso a ellas por amor. Y es solo en esa entrega infinita, desinteresada y pasional cuando uno se da cuenta de que su vida empieza a tener más sentido cuando está con esa persona.

Cuando la miras a los ojos y sientes que todo va mejor, aunque se esté acabando el mundo, si la tienes cerca, todo es mejor. Ya no te imaginas tu vida sin esa persona y te sientes feliz imaginado un futuro con ella y viviendo un presente que aún siendo difícil a veces, vale cien veces la pena. Porque todo lo que vale la pena requiere de un esfuerzo equivalente a su valor.


Últimamente se escuchan muchas canciones que hablan sobre el terrible final que supone acabar como en una película, la típica historia de amor desfasada en la que los protagonistas se casan y viven felices para siempre, tienen hijos y fin de la historia. O que con el tiempo se les acaba el amor...

Pues os diré algo. Para mi, el valor que tiene encontrar el amor verdadero, encontrar a la persona que puede llegar a ser tu compañero de viaje todos los días de tu vida es mucho más emocionante que vivir miles de otras experiencias que pueden ser geniales, no hay duda, pero que después de hacerlas sigues vacío por dentro. Porque lo único que nos hace sentir llenos es entregarse a los demás por amor y ver como esa entrega es reciproca. Porque no hay nada más apasionante que vivir enamorado cada día. Y hacer con esa otra persona todas esas cosas que quieres hacer antes de morir y de hacer muchas otras que jamás habías pensado.

Y es que encontrar el amor no significa el final de la historia o el irremediable destino de una vida prediseñada con una casa con jardín, dos niños y un perrito.

El amor es la mayor aventura a la que cada hombre está llamado a vivir. Descubre cual es la tuya y ve a por ella sin tapujos, sin prejuicios y pon todo tu empeño en ello.

Te equivocarás, te caerás, te harán daño y puede que hagas daño a otras personas sin quererlo, pero es que nadie dijo que fuera fácil encontrar la felicidad. Ni que estuviera exento de riesgos, pero en esta vida hay que asumir  riesgos, hay que lanzarse a la piscina sin saber si está llena del todo. Porque vivir es caerse una y otra vez, pero levantarse siempre, procurando aprender algo y siendo mejor cada día.


Y cuando encontréis el amor y surjan problemas, dudas, peleas, incluso dolor, si vale la pena, si es amor, todo se supera. Porque el amor todo lo vence.

Cuando todo vaya mal, volved a empezar si es preciso, pero no tiréis la toalla, porque os podéis arrepentir toda la vida y cuando os deis cuenta puede que ya sea demasiado tarde. Y no se puede vivir de lamentos, ni de recuerdos...

(Soy la primera que debe aplicarse el cuento, lo sé, y lo haré, pero las cosas llevan su tiempo.)

Sólo quiero añadir algo más y es por lo que siempre discuto.
Que el amor sólo no basta.
Pues sí, si que basta.
Si dos personas quieren estar juntas porque se quieren, lo estarán, porque al final una de las dos se dará cuenta de que vale más una vida con esa persona que cine vidas sin ella. Y entonces luchará. Y luchará hasta el final.

Porque...el amor permanece siempre.
Y no se puede vivir toda una vida sintiendo amor por alguien y no hacer hasta lo imposible por estar a su lado. Todos los días de su vida. De TU vida.


El amor permanece siempre

jueves, 21 de julio de 2016

Final de la historia

Es absurdo que me ponga a escribir esto mientras escucho all of me de John Legend, pero aquí estoy. Aunque todo aún me recuerde a ti, aunque aún vaya a llorar cada vez que algo me recuerde a ti, a nosotros. Pero es que la princesa del cuento estaba pasando una enfermedad terrible que no acabaría hasta que no lograra olvidarte.
Así que con mucho pesar y con muchísimas dudas en su alma, y sin saber si lo que estaba haciendo era lo correcto, pasó a eliminar todo lo que le recordaba a su príncipe. Todo.
Pero no sin dolor, no sin derramar todas las lagrimas que llevaba dentro, no sin maldecirse a si misma por ser incapaz de resistir...

Ahora le dejo espacio a la princesa para despedirse...

Quiero decirte tantas cosas, quiero abrazarte tanto, quiero que vengas a rescatarme de la torre, quiero que me lleves lejos de aquí y que nos perdamos y no volvamos jamás aquí. Quiero vivir mi vida contigo, quiero ser la razón de tus sonrisas, quiero ser la persona que te vuelva loco y por la que cada día quieras ser mejor. Lo quiero todo y más. A día de hoy y pese a todo lo que hemos pasado juntos y separados aún lo quiero.
Pero...ya no puedo más. Siento un gran peso sobre mi pecho que no me deja casi respirar cada vez que pienso que sigues secuestrado y embrujado y que aún no te has dado cuenta de todo lo que somos, de la historia que hemos construido estos años juntos, de todas las cosas buenas que nos han pasado, hasta de las malas que nos han hecho crecer juntos. De las miles de experiencias y recuerdos que hemos ido acumulando este tiempo, que son las que nos han hecho ser quienes somos ahora.
Pero es que esta princesa no puede esperar más, ya no puede luchar más si tu no la dejas. Y aunque ahora estés fuera, mi adorado príncipe, debo servirme de esta situación para lograr olvidarte, porque los dos sabemos que cuando vuelvas volveremos a las noches de insomnio y a la dura batalla del quiero pero no debo. Y como ya te advertí antes de tu partida en aquella cafetería y en la última carta que te escribí, debías ser tu a partir de ahora quien continuase la historia, si es que así lo quieres.
Sino, a mi me quedará muy claro que realmente nunca fui para ti lo mismo que tu para mi y que definitivamente no vale la pena esperar a alguien que no se muere por mi.
No te estoy diciendo que no quiero que vengas, que no corras a mis brazos, solo te estoy diciendo que ya no voy a estar esperándote, porque eres tú y nadie más quien debe romper tu propio hechizo. Así que si algún día lo logras y quieres verme, quieres que te salte a los brazos y que te haga el príncipe más feliz del reino y del mundo entero, debes encontrarme tu mismo. Y correr el riesgo de vivir sin tenerlo todo planeado, sin tener la seguridad de que todo saldrá bien. Porque eso es vivir y no sobrevivir. Hay que correr riesgos, porque eso es lo que forja a uno como persona.
Porque no sé que pasará, si es que algún día pasa, lo que sí sé es que si llegas a tiempo vamos a ser inseparables  y los reyes del reino más feliz que haya existido sobre la faz de la tierra.
Pero esta princesa se ha prohibido a sí misma buscarte y se ha asegurado de que si le surge algún momento de debilidad no pueda enviarte una carta porque ha borrado la dirección de tu castillo. Aunque lo último que te haya escrito sea precisamente desmontando todo esto, ya no podré recibir tu respuesta, pero queda bien claro que sigo pensando en ti y que me encanta contarte las cosas buenas que me pasan...pero eso ha acabado ya.
De verdad que siento no poder decírtelo en persona pero de verás intenté que aquella mañana de junio quedará todo claro.
Ojalá rompas rápido el hechizo y podamos disfrutar de lo que queda del verano a tu regreso, porque tenía tantos planes para nosotros, que te aseguro que te volverías loco de felicidad con solo pensarlo.
Pero eso ya no depende de mi, pequeño.

Supongo que no obtendré respuesta y que el hechizo no se romperá nunca así que la historia termina aquí.


Y así acaba la historia de la princesa
Y toda historia que acaba da pie a una nueva
Y eso espera ella
Va a dejarse sorprender por la vida
Y va a ser feliz
Va a ser muy feliz, se rompa o no se rompa el hechizo, ya no pensará más en el príncipe.




FIN

viernes, 15 de julio de 2016

La vida sigue...

¿Recuerdas aquella despedida en el Actur?
Era la primera vez que te ibas a ir y yo me quedaba. No llevábamos ni tres meses juntos pero mi vida parecía terminar si te ibas y no te iba a ver en algo más de dos meses. 
Estaba a punto de llegar mi autobús y me susurraste al oído 'somos infinitos'. 
Entonces ya no pude reprimir  más las lágrimas, que recorriendo mis mejillas hicieron que te dieras cuenta de que había empezado a llorar. Y, como siempre, intentaste apartarme de ti para verme la cara pero yo te apretaba más fuerte para que no me vieras. 
Al final, me rozaste la cara con la punta de los dedos y secaste mis lágrimas. Me levantaste la barbilla y me miraste fijamente a los ojos. 'Te quiero', dijeron tus labios.
Y el autobús llegó. Y con todo el dolor de mi corazón, subí al bus que me iba a separar de ti durante muchos días.
Pero cual fue mi sorpresa cuando al día siguiente te presentase en la puerta de mi casa y me viniste a buscar al trabajo después y me diste el segundo regalo de cumpleaños. 
La caja negra. 
Con nuestra primera foto, chuches y  una carta. Aquella preciosa carta, que con tanta adoración leí durante tu ausencia.
Y esa vez sí, fuimos a la estación, donde casi tres meses atrás me robaste el primer beso y te subiste en el autobús para marchar a tu destino.
Y que verano más largo...


Ahora también es verano, y está volando el tiempo en tu ausencia, será porque las cosas ya no son como antes...
Pero las circunstancias han querido que volviera hoy a aquel lugar, al césped donde nos despedimos aquella primera vez. Y he sentido tanta nostalgia, tanta tristeza...tenía que escribirlo...
Cuanta incertidumbre alberga mi mente ahora...ahora y hace meses, pero bueno, la vida sigue. Y hay que seguir remando.

'Aprende del pasado, vive el presente  y trabaja para tu futuro'

lunes, 4 de julio de 2016

Instantes de felicidad

Antes de que se desvanezca el olor a tierra mojada y pueda perder el sabor a lluvia voy a escribir lo que acabo de hacer hace apenas unos minutos.
 
Zaragoza, 4 de julio a las 22:10. Truena.
Se oyen muchos truenos y se acontecen rayos y relámpagos. Se oyen más y más. Casi no se dejan tiempo los unos a los otros.
Se oye el ligero repicar de la lluvia al caer sobre el asfalto.
Llueve, pero dentro de mi habitación hace mucho calor.
Y decido salir.
Salgo de casa. Sólo llevo las llaves. No me importa nada más.
Por suerte o por desgracia vivo cerca del campus universitario y ese es el espacio que  me queda más cerca para poder disfrutar de la naturaleza. Aunque solo  haya cuatro  pinos y unos trozos de césped poco cuidados, es lo más cercano a la naturaleza que hay por aquí. Así es que sin querer menospreciarlo, al contrario, me he dirigido allí.
 
Me he situado bajo el tejadillo de la facultad de geológicas y me he quedado casi media hora debajo. Sentada en el suelo, en shorts y tirantes mientras el viento llevaba las gotas de lluvia en mi dirección haciendo que mi piel se erizara de frío. Pero no era un frío desagradable. Era un frío de esos que te hace sentir vivo. Que de repente te hace volver a la realidad. Te recuerda que estás aquí. Aquí y ahora. Que estás viviendo esos minutos de felicidad. En la que solo estás tú y la lluvia.
Y durante esos instantes de felicidad no he pensado en nada más ni en nadie más. Ni siquiera en mí. Ya que solo he sido capaz de admirar el cielo y de ver como se iluminaba y se apagaba con las idas y venidas de los rayos. Y de ver como la tenue luz de las farolas dejaba entrever la dirección de la lluvia.
Y me he sorprendido a mi misma sonriendo y abriendo mucho los ojos cada vez que un rayo iluminaba todo el cielo.
Y me he dado cuenta de que esas cosas, esos pequeños detalles son los que marcan la diferencia.
Saber disfrutar de esos instantes únicos es lo que hace que uno se sienta libre. Aunque sea  solo durante unos segundos. Pero sientes que no importa nada más .
Creo que deberíamos sacar tiempo cada día para encontrar esos pequeños instantes de felicidad que hacen que el día sea único. Incluso memorable. Deberíamos sacar más tiempo para la felicidad. Para aquellas pequeñas cosas que nos hacen sentir bien y que no requieren de nada material en la mayoría de los casos.
Os invito a todos, a los escasos lectores pero muy queridos y respetados míos, a que hoy, mañana y cada uno de vuestros días sea memorable aunque sea porque habéis salido a la calle a dejaros empapar por la lluvia o porque os habéis dejado sorprender por las cosas más insignificantes que a su vez, pueden ser las que nos den esos instantes de felicidad al correr bajo la lluvia. Y sentirte vivo y...extrañamente feliz.  

lunes, 16 de mayo de 2016

La pequeña princesa

Bueno, como se supone que hoy tenía libranza en el trabajo y he ido por error, aquí estoy, de vuelta en mi casa así que vamos a sacar algo productivo de esta hora que me queda...
Hace unos días intenté escribir algo pero no hubo forma. Estaba muy poco inspirada y hasta me enfade porque no me salían las palabras. Hoy no es que lo esté mucho, de hecho, hace ya algún tiempo que no lo estoy...han pasado algunas cosas que me quitan un poco la paz y digo yo que influirá algo...Pero bueno, como no quiero ser monotemática como siempre os voy a contar una historia...vosotros juzgareis si os gusta o no.

 
 
 
Erase una vez que vivía una princesa en su castillo.
Era un castillo poco convencional, pero a ella le gustaba.
 Y lo que más le gustaba era cuando iba a visitarla al castillo su príncipe azul.
Los dos eran muy felices y se amaban mucho pero un día al príncipe le sucedió algo. Algo terrible.
Se contagió de una enfermedad horrible que no le dejaba pensar y que alejaba de su lado a sus seres queridos.
Y, como era de esperar, abandonó a su princesa.
Ésta estaba muy pero que muy triste y no sabía como curar a su amado.
De veras que lo intentó todo. Pero nada daba resultado.
Un día, un día maravilloso, el príncipe parecía haber recobrado la salud, pero duró poco, ya que a los tres días, enfermó de nuevo.
La princesa, desesperada, no hacía más que alimentar la llama de su esperanza, confinado en que un día todo se arreglaría. Y le seguía regalando su amor y su cariño sin condiciones.
Y así siguieron, con días lucidos de la enfermedad del príncipe y días nublosos, pero allí estaba ella, al pie del cañón.
Resultó que un día, uno en los que el príncipe tenía las defensas más bajas, llegó una princesa de un reino lejano.
Pero en realidad, no era ninguna princesa, sino una horrible bruja bajo la apariencia de una doncella.
Y sólo quería secuestrar al príncipe para sí y alejarlo de su amada, de la persona en el mundo que más lo quería, que más lo comprendía y ayudaba.
Y lo consiguió.
 Tras la desgracia, nuestra princesa no cesó en su empeño de rescatar al príncipe, pero todo era en vano. El hechizo era fuerte durante el día y el único momento en el que el príncipe pensaba con lucidez  era durante la noche, donde a veces, el príncipe conseguía escapar de su cárcel mansión e iba a visitar a su querida princesa y le decía que la amaba, y realmente lo hacía.
La princesa, no sabía cuanto más podrían acompañarla sus fuerzas, ya que su corazón empezaba a latir muy despacito y ya sabéis lo que pasa cuando el corazón cada vez late más despacio...que llega un momento en el que deja de hacerlo.
Un día nuestra protagonista decidió hablar muy en serio con su príncipe y pedirle que intentara escapar con todas sus fuerzas para que pudieran estar juntos y volver a ser felices, empezar de cero...pero éste se había vuelto algo egoísta y comodón a consecuencia del terrible hechizo y no sabía de donde sacar el valor y la fortaleza para escapar de verdad de su hechizo.
 
Así que la princesa, con todo el dolor de su corazón, dejó de insistir.
Había dejado de ser feliz, no era ella misma, y aunque se moría por seguir manteniendo esa pequeña esperanza de amor que les quedaba, dejó de hacerlo.
Si el príncipe la amaba de verdad, lograría la forma de romper su hechizo, ya que nadie más podía hacerlo.
Mientras nuestro príncipe reunía el coraje para romper las cadenas de su cárcel, la princesa conoció a un joven aldeano que moraba cerca de su bonito castillo.
Tenía un hermoso caballo y de vez en cuando la iba a visitar al balcón de sus aposentos para cantarle sonetos.
La princesa, aún pensaba en su príncipe, no os lo negaré, pero cada vez le costaba menos asumir la triste realidad.
Y poco a poco, dejó que el joven aldeano recompusiera su muy lastimado corazón.
 
Si os soy sincera, no sé dónde está ahora el príncipe, y ni si sigue intentando romper el hechizo que tanto mal le está causando.
Lo que sí sé, es que si en algún momento lo lograra, acudiría corriendo a los brazos de su princesa, de su reina, de su amada, de su felicidad.
Él sabía dónde encontrarla.
Pero antes debía darse cuneta por sí mismo y marcharse unos días para aclarar su cabeza.
Se iría a tierras muy, muy lejanas, tanto que debía aprender una lengua nueva allí a dónde iba y así, ponerlo todo en orden. Porque el sabía que al regresar, solo querría ver a una persona que la estrechase en sus brazos y le diera la dosis de amor verdadero que tanto tiempo llevaba buscado.
Pero mientras esto sucedía, o no sucedía, la princesa también tomó decisiones y se iba dejando querer, dejaba que el apuesto aldeano le demostrara con hechos su amor hacía ella, mientras iba borrando así el recuerdo del tan amado príncipe.
 
 
Aún no he descubierto el final, y realmente no sé si quiero saberlo, al menos por ahora.
Sólo sé que a la princesa le había quedado claro que su tan apreciado príncipe, no era tan valiente como se pensaba y que para él, el amor que ambos se profesaban, no era razón suficiente para escapar de su prisión.
Y aquello era lo que la rompía por dentro.
Ver como se amaban, como se necesitaban, como se buscaban y no estaban juntos.
Así que sólo el destino sabrá lo que sucederá de aquí en adelante en la vida de nuestra pequeña princesa.   
   



jueves, 21 de enero de 2016

Sin sentido

Debería estar estudiando, lo sé.
Pero ya no podía más.
Llega un punto en tu vida en el que debes plantearte si seguir o abandonar la carrera. 
Supongo que a todos nos ha pasado eso de sentir que nada tiene razón de ser...que nos hemos preguntado si vale la pena continuar corriendo. Porque son tantas cosas que nos impiden avanzar que uno se plantea realmente por qué lo hace.
Ahora estoy aquí, en la facultad de derecho, sin saber cuál va a ser la razón que me empuje a seguir. Busco a una persona en particular pero no aparece y no va a aparecer y aunque apareciera, debo seguir por mi misma. Me lo debo. 
No sé si esto tiene algún sentido. Me dijeron que luchara por aquello que quería. Pero nadie me advirtió de que si lo que quieres, no te está buscado a ti, de nada sirve intentarlo. 
A veces confiar a ciegas en el destino, en Dios, como quieras llamarlo, cuesta mucho.
Se que debo seguir la carrera, no por nadie en concreto sino por mi. Debo seguir, aunque ahora cueste. 
Dicen que las cosas que se logran con esfuerzo y sacrificio valen la pena.
O quizás sólo lo dicen para subirte la moral o quizás tienen razón. Ya no lo sé.
Creo que desvarío. No sé cuál era el sentido de esto, pero ya he logrado quitarme las ganas o de llorar o todo lo contrario.











Me gustaría tanto preguntarte cómo estás, como te van los exámenes...pero no puedo. Necesito saber si realmente me quieres, y aunque me esté costando la vida, no voy a hacerlo. Pero te echo tanto de menos...
Ojalá algún día pueda olvidarme de ti o algún día volvamos a ser felices juntos.
Lo veo tan lejano todo...
Bueno, lo dejo ya
Adiós. 

sábado, 16 de enero de 2016

Lagrimitas de cristal un, dos

Sabiendo que nadie, o prácticamente nadie va a leer esto, hoy quiero decir sólo una cosa.
Loli se preocupa mucho por no saber qué decir cuando me ve mal o cuando la abrazo buscando consuelo...pero lo que ella no sabe todavía es que la mayoría de las veces sobran las palabras.
Que solo con su abrazo es suficiente, que sólo con estar ahí vale.
Que a veces buscamos las palabras perfectas cuando lo que hace falta es solo dejar el hombro para que el otro se recueste en el y llore.
Y sólo eso.
Llorar.
Porque llorando, se desahoga el alma.